domingo, 13 de marzo de 2011

El colombiano Gutiérrez metió otro doblete y la Academia quedó en lo más alto, con una demostración de fútbol en Santa Fe


Había arrancado gracias a Lugüercio y culminó con Hauche. ¿Cómo frenar la ilusión de los hinchas aunque falte mucho?

El andar de Racing es, teniendo en cuenta los pasares sombríos de los últimos tiempos, cuanto menos, para volver a sonreírle a ese destino que amenazó con jugársela fea. Porque hay resultado, un resultado importante y que, como debe ser en un equipo que aspira a soltar las alas y volar bien alto, viene de la mano de un estilo, una filosofía, una identidad propia que tiene como premisa no ser abandonada cualquiera sea la circunstancia.

En el partido ante Olimpo demostró sus dos caras: la nueva, esa que se acopló a la perfección a la idea de Miguel Angel Russo post lesión de Giovanni Moreno, y la vieja, aquella de la que quiere despegarse, que quiere exorcizar fuera de su cuerpo. Porque cuando Racing ataca tiene bien hilados los circuitos, con Patricio Toranzo como eje y ese trío ofensivo (Pablo Lugüercio y Gabriel Hauche moviéndose para abastecer a Teófilo Gutiérrez) que se entiende como esos amigos gordinflones que juegan solteros contra casados.

En Santa Fe se topó con un Colón que estuvo más preocupado por romper que por crear, por cuidar que por lastimar. Los de Fernando Gamboa propusieron pierna fuerte, juego brusco, tanto que a los 21' ya tenían cuatro amonestados. La Academia, por su parte, tuvo una autopista por derecha con un Iván Pillud que subía tanto que por él se generaron los huecos. Ahí, cuando todo el Sabalero procuraba su bloqueo, se escapó Hauche y, después de una carambola de Ariel Garcé, la empujó Lugüercio. Payaso y sonrisa.

Si había una cuenta pendiente para este Racing, neo Racing, era la de no padecer cuando el trámite pide ostentar. Se sobrepuso: Teo esperó a que Diego Pozo se arrodillara y metió el segundo con una definición para un cuadro. Se superó: no penó en las pelotas paradas ni en los centros como en su última presentación en Avellaneda y lo liquidó. Se cuidó: siempre a su manera, manejándolo, con los métodos que ya son su imagen impresa. Esa que denota que tiene condiciones, que tiene con qué, y que sólo implora mantener los pies sobre la tierra.

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